martes, 13 de enero de 2009

Un relato

La mañana estaba gris
Aquél muchacho de ojios negros, parecía ser también un muchacho gris.
Sentado en un viejo banco de la vieja estación de un pequeño y viejo pueblo, miraba sin ver a quienes pasábamos a su alrededor
No pude contenerme y me acerqué y puse mi mano en su hombro. Levantó la vista y tendió a ponerse de pie, ante la anciana que estaba frente a él. Ejercí una leve presión con la mano e hice un gesto de que no lo hiciera, pensando ¿quién soy yo para que nadie se ponga de pie ante mi presencia?
Acto seguido, le pregunté si podía sentarme junto a él y asintió con la cabeza.
Sus tristes ojos negros fijaron su mirada en los míos. Esbozó una sonrisa y un hilito de llanto inició recorrió sus mejillas.
Permaneció así unos instantes, respiró profundamente y me dijo "no soy de acá, he venido al entierro de mi abuela muy querida. El mes pasado pasé veinte días con ella y era una campanita, con sus ochenta años y de pronto me llaman y estaba en sus últimos momentos".
En ese momento el hilito de llanto era un arroyo.
Y continuó, por eso al verla me conmoví tánto
Fue uno de esos momentos en los que uno siente que cualquier cosa que diga va a ser una pavada, entonces me mantuve en silencio a su lado
Cuando llegó el tren,subió y se sentó junto a mi. Hablamos largamente y hoy, en nuestros ratitos de chateo y nuestros largos mails, hablamos de nuestras pérdidas, dolores y alegrías
Se me ha sumado otro nieto

He vuelto

Como dije en algún momento, en la vida hay años de otoños y años de primavera.
Me tocó una temporada de "otoño" y, entre dolor y vaivenes, me alejé de la máquina
Pero ahora que trato de seguir adelante, creo que ésto es una buena distracción